Selecciono la información apropiada para dar respuesta a mis preguntas.

 Selecciono la información apropiada para dar respuesta a mis preguntas.

Es posible que todavía haya quienes duden sobre la importancia de la filosofía, sobre su utilidad práctica. Los que titubean sobre su provecho es procedente que sepan que, entre su practicidad para los asuntos primordiales de la existencia concreta del ser humano, se encuentra el preguntar; dentro de sus múltiples utilidades está la del cultivo de nuestro espíritu inquieto por la pregunta. Preguntar es una manera de filosofar. Pero, en filosofía, no toda pregunta es filosófica.
Preguntar ¿para qué sirve la filosofía? es un interrogante que hogaño ya no debería formularse o plantearse, porque la filosofía sí sirve para mucho. Sería cómo preguntar ¿para qué sirve la ciencia? ¿Para qué sirve la vida? ¿Para qué alimentarnos? Sobran las respuestas. "¿Qué importancia tiene la filosofía? La misma que las ventas en los mercados… Sócrates decía que aquel que necesita cebollas sabe que tiene que ir almercado porque allí va a poder comprar cebollas. Que el que necesita zapatos, sabe que tiene que ir al mercado porque allí va a encontrar zapatos. Y aquel que tiene preguntas y quiere conocer sobre las cosas verdaderamente importantes de la vida, ¿a qué va acudir? A la filosofía, donde podemos encontrar respuestas a las preguntas… Cuando buscamos el sentido de la vida, cuando nos preguntamos por lo que se esconde detrás de las apariencias, cuando necesitamos conocernos a nosotros mismos y las causas de lo que nos sucede, estamos filosofando; es probable que sea la más noble ocupación, la más humana y por tanto, la que más felicidad pueda aportarnos"[1].
La filosofía sirve porque la necesitamos. Gilles Deleuze dice que cuando se pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. "Pero algunas veces, es la propia filosofía la que se formula esa pregunta; entonces es posible que de esa reflexión surja una transformación fructífera o una revolución en el modo de pensar y de actuar… A la pregunta de por qué filosofar hay que responder con otra pregunta: ¿cómo no filosofar?
La posible inutilidad de la filosofía es parte de su contingencia —explica Samuel Cabanchk—y en ella radica también su utilidad, ya que la filosofía sirve para no hacer masa con el pensamiento masa; para ir más allá del pensamiento que domina en los medios, de la espontaneidad de la opinión de la calle, de las fórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo del pensar sino de ejercer el pensamiento crítico, tanto en el universo personal como en el colectivo"[2]. La filosofía, mediante su reflexión y su preguntar con hondura ontológica, "analiza el lugar que el hombre ocupa en el universo y la naturaleza, los instrumentos, procesos y objetos de su pensamiento, los valores a que debe atenerse en su relación con otros hombres y con la sociedad humana"[3].
¿Acaso no es tozudez preguntar para qué sirve un saber racional que ha pervivido durante unos tres mil años? "Aristóteles sostenía que hay muchas cosas útiles y actividades más urgentes y apremiantes que la filosofía, pero que no hay ninguna que valga más, porque la filosofía es el hombre mismo y todo lo demás le sirve a ella, es decir, al hombre. De modo que preguntar para qué sirve la filosofía equivale a preguntar para qué sirve el hombre"[4].
Lo que ocurre es que en nuestra sociedad pragmática y utilitaria a todo quieren buscarle un ¿para qué? en lugar de un ¿por qué? "Las cosas bellas no necesitan un "¿para qué?", porque son válidas en sí mismas. (El "para" es el núcleo ontológico de los entes). El "¿para qué?" es una idea de la lógica "capitalista: para qué sirve, qué se va a ganar con eso, qué se va a conseguir, etc. Pintar es bueno en sí mismo, no me sirve para nada, como leer a Dostoievski. Es bueno poder ver un cuadro, entusiasmarse con él, interpretarlo como un auto-retrato y conmoverse. Lo que es bueno en sí, no necesita de un "¿para qué?" La lógica del capital siempre necesita tener claro cuánto va a dar una inversión, qué utilidad se puede obtener. Pero la vida no tiene por qué asumir esa lógica…"[5].
Nuestra condición humana nos plantea muchos interrogantes. "El filósofo se ocupa y se adentra en lo extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta. Para viajar hacia el misterio, que es una aventura hacia el interior del ser, porque el filósofo sabe que aunque podemos soportar todo tipo de soluciones, no podemos vivir sin problemas, pues, como decía Unamuno, lo más problemático de todo problema es la solución"[6]. Mientras que para las personas que carecen de espíritu crítico y no "filosofan", muchos fenómenos, sucesos, eventos, circunstancias, hechos y "realidades" les parecen obvias, para el filósofo son un problema, generan múltiples preguntas, y las respuestas a éstas suscitan más preguntas y el ansia de preguntar no se satisface con ninguna de las respuestas. "Una buenaconferencia, una buena reflexión, una buena charla, no es donde encuentra respuestas; es donde sales con muchísimas preguntas. Porque las preguntas te hacen reflexionar, las preguntas te hacen cambiar, las preguntas te hacen entrar al camino de la búsqueda. Por eso es tan importante la pregunta en filosofía"[7]. Si sólo interesa el consumo y el mercado, ¿en qué momento nos surge la pregunta por el ser y otras preguntas, que son la esencia del quehacer filosófico?
Si permitimos que la pregunta por el ser "despliegue su fuerza en nuestra vida y que la dirija, asumimos la actitud filosófica y despertamos al filosofar"[8]. El hombre es el único ser que se pregunta por el ser, el objeto mismo de la investigación filosófica. Germán Marquínez Argote señala que "toda respuesta es susceptible de ser de nuevo cuestionada por una nueva pregunta"[9]. El insaciable deseo de saber (de ahí su "amor por la sabiduría") le impele a seguir preguntando hasta que muere… Heinrich Heine plantea poéticamente que "no dejamos de preguntarnos, / una y otra vez / hasta que un puñado de tierra / nos calla la boca. / Pero, ¿eso es una respuesta?"
La inmensa mayoría de seres humanos que viven bajo el contundente y alienador poder religioso no preguntan ¿para qué sirve la religión? "Las religiones, todas, en cualquier lugar y momento, sirven para ese cometido. Pero no sólo ellas: el discurso común, reproductor de la ideología dominante, está igualmente a ese servicio. Desde el poder, de lo que se trata es de no permitir pensar, de hacer repetir perpetuamente e inducir creer "lo que se debe creer", aunque sea absurdo[10]Sin dudas, nuestra humana condición da para eso: somos muy manipulables, conservadores, miedosos (¿absurdos quizá?). "¿Creéis que en todo tiempo los hombres… han sido mendaces, bellacos, pérfidos, ingratos, ladrones, débiles, cobardes, envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores, desenfrenados, fanáticos, hipócritas y necios?", se preguntaba Voltaire[11]
Así como se asigna, sin preguntar ni reflexionar, valor e importancia a la religión y a otros saberes irracionales, el filosofar posee un invaluable servicio, porque es un saber racional, riguroso, metódico, reflexivo y argumentado. Y no es que el filósofo sea un detractor o defensor de la religión; lo que ocurre es que éste, que va en búsqueda de respuestas, se pregunta por el fenómeno religioso en todo su fantástico y complejo universo, buscando desentrañar qué hay dentro de él. Por ejemplo, se pregunta por el insondable problema de Dios, no para negarlo o afirmarlo; lo que quiere saber es qué se esconde detrás de esta problemática que, gracias a nuestra cultura, nos inquieta. Se pregunta por el problema de Dios porque no le gustan las salidas facilistas: afirmarlo o negarlo porque otros ya lo han hecho.




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